Club Atlético y Social
General Belgrano
Corría el año 1916, cuando el 16 de julio se reúnen en el domicilio particular del señor Manuel Romero, un entusiasta grupo de jóvenes belgranenses, ansiosos de dar inicio a la vida de un Club, que no existía hasta el momento en General Belgrano.
Ignoramos si las deliberaciones fueron cortas o largas, lo que si sabemos porque quedó escrito- es que esa reunión constituyó la fundación de lo que, con el devenir de los tiempos, seria el Club Atlético y Social General Belgrano. La Comisión fundadora fue la siguiente:
Presidente Aniceto Iriarte
Vicepresidente Blas Eismedi
Secretario Angel Filippi
Prosecretario Tomás F. Arauz
Tesorero Simón Arrese
Protesorero Domingo Iriarte
Vocales Javier Idiart
Joaquín Mangiacavallo
Antonio Lafratto
Ruperto Perez
Aureliano Mieres
Al mismo tiempo, como participantes de esa reunión, son fundadores los señores:
Blas Iriarte
Mauricio Barbosa
José N. Barbosa
Luis Grassi
Julio Ibarrolaza
Pompeo Piccioni
Luis Lorenzo
Felipe Borracer
Salvador Spiga
En la misma reunión, se designó Presidente Honorario al señor Juan E. de la Fuente. En otro punto de esa Acta Fundacional, se resuelve que la institución creada se llamará Club de Foot Ball General Belgrano, y que a partir de entonces, se usará como divisa blusa celeste, pantalón blanco y gorra celeste y blanca a franjas.
Nuestra Historia
En sus más de noventa años de vida, el Club Belgrano transitó por distintos lugares hasta su lugar actual, la esquina de Rivadavia y Guido. Veamos:
A solo un mes y medio de su fundación el 16 de julio de 1916- se alquila una pieza al Sr. Roque Di Paola, quien por dos meses acuerda no cobrar importe alguno. Roque Di Paola fue el esposo de Doña Ramona, conocido personaje de entonces por su condición de buena mujer como por su arte: curaba la mayoría de las afecciones conocidas por entonces, empacho, tos convulsa, culebrilla, mal de ojos, empeines, etc.
El matrimonio Di Paola era tío de los hermanos Serra, heredándolos la señora Lola Serra de Gómez Acosta, una distinguida dama belgranense que vivió casi toda su vida en dicha heredad: Avda. Italia e/ 114 y 116, donde naturalmente funcionó el Club en sus días liminares.
Allí transcurrían aparentemente- los primeros seis años de vida del Club. En 1926, según actas y según la memoria de algunos sobrevivientes- se trasladaría al Bar La Perla, que estaba situada en la esquina de Rondeau y Guido, donde años después funcionó la carpintería de Modesto Rodríguez.
Después la sede sería en el Bar Padula, en calle 51 y 112, en el mismo lugar donde estuvo el Bar Mimo Arias. El Bar el Arca de Noé fue la sede siguiente, existiendo dudas de donde estuvo situado. Personalmente nos situamos donde hasta hace unos años en se encontraba la Confitería Las Violetas, habida cuenta que eran los mismos propietarios de El Arca y Las Violetas. Otro lugar que supo de las reuniones de la Comisión Directiva del Club fue el Nuevo Hotel de Lombardo e Iriarte.
Volvió al Bar Padula por un año y de allí tuvo la sede en la Municipalidad y en el Consejo Deliberante.
Después de esos pasos, el Club Belgrano se recibió de institución con mayúsculas, y alquiló la esquina de Larrea y Rodríguez Peña, es decir el predio de la Sociedad Española, quedando el cine en medio de ambas propiedades ocupadas por el Club Belgrano: la esquina donde tenia incluso el primer piso, donde se realizaban los bailes y las tertulias que por años cautivaran a los jóvenes belgranenses, el terreno del costado donde se levantó la cancha de básquet, en el que se realizaban los bailes en tiempos de verano y también los almuerzos. Al costado por la calle Larrea se levantaba el frontón donde se jugaba a la pelota. Eso era vida, no daban ganas de irse de allí, hasta que se hizo cargo de la presidencia Don Antonio Rodríguez, hombre progresista que no aceptaba la cuestión esa de ser inquilino, y compró el Bar que fue de Ferraris, de Ramallo y de Pasarín, en Juan E. de la Fuente y Dr. Ortiz. Lamentablemente el señor Rodríguez falleció antes de ver su sueño cumplido. La vida siguió, y al Club Belgrano llegó de Presidente Don Lorenzo Poggio, recordado hombre que le dio a todas las empresas en las que participó, gran impulso y llevaba a las mismas sus sueños que no eran pocos.
Don Lorenzo conversó con la familia Lombardo, con los que mantenía una estrecha relación, y luego de varios intentos, logró la palabra de que le vendería la propiedad de Rivadavia y Guido, que alcanzaba a 3700 y pico de metros. Vino, planteó el proyecto en la Comisión Directiva, se realizó la Asamblea y de inmediato la compra fue realidad. Allí se acomodó un poco la casa para dar cabida al Club. Después vino el Gimnasio, la cancha de Bochas, la de Tenis. Allí se pensó sí, que estaba dado el paso final en la vida de la Institución decana Hasta que llegó al compra de la Quinta situada detrás del Barrio Obrero, después vendida a Agrupación Deportiva El Salado, y por una gestión de una Comisión Directiva empeñosa, presidida por el señor Mario Alberto Guillen, se adquirió la quinta que ostenta con orgullo, donde se levanta hoy un complejo social y deportivo como para rendir un homenaje enorme a aquellos muchachos de hace mas de noventa años, que sembraron la semilla de este presente.